domingo, 22 de marzo de 2009

La simplicidad de las cosas

Bueno, aqui me encuentro de nuevo para compartir con vosotros una nueva creación. Con eso de los exámenes trimestrales no he tenido mucho tiempo, así que es un breve relato que tuve que redactar para incluirlo en un fancine. Se llama Mar de Leva, y éste sería el segundo número que saquemos los componentes del taller de prensa de mi instituto. Es muy interesante, puesto que la gran mayoría aporta algo, un cuento, un poema, una canción... Como me encargo de montar este año la revista, podría subir algún relato con el consentimiento del autor. Barajaré las posibilidades y os comentaré. Y ahora sí, sin más preámbulos, el relato. Espero que disfruten con él.

Saludos.


La nueva casa parecía tener habitaciones más amplias.
En la entrada había un gran jardín con enormes cipreses, arbustos recortados en formas geométricas, cúmulos de flores coloreadas de infinitos colores. Un caminito de cantos rodados llevaba hasta detrás del edificio, donde florecía un vergel mucho más extenso. En una de las esquinas se distinguía un bosquecillo de sauces. En la otra, una laguna con nenúfares, juncos y plantas similares. Parecía una postal de Versalles. El agua fluía en una fuente de mármol. El borboteo incesante apremiaba a dejarse llevar por el susurro y dormir plácidamente.
Mis ojos se desviaron hacia una figura que se encontraba sentada en el borde del surtidor. Pensé que era una de esas esculturas que imitan las figuras griegas. Pero vestía un camisón azulino, que le llegaba por debajo de las rodillas. No era una escultura, ni Natalie, ni Marian, ni Gina, ni tampoco Paola. Iba a aproximarme hacia ella, pero de improvisto, desapareció. Sería una ilusión mía, porque no volví a verla. Ya regresaba al interior de mi hogar. La noche había caído y sólo unos tenues rayos permanecían en el cielo, luchando por no apagarse. Las frondas perfilaban runas amenazadoras que intimidaban a cualquiera. Casi corriendo, con el pulso en la sien y el miedo persiguiéndome. No veía nada a mí alrededor.
De repente, me salió una persona al paso. Era la muchacha de la pila. Su piel tenía una tonalidad cadavérica. Llevaba una túnica fina, de la cual salía un solo conjunto, un muslo que terminaba en un muñón translúcido.

3 comentarios:

david dijo...

Lidia, genial como siempre.

¿Cómo va ese Mar de Leva?
Tenedme informado, ya tengo ganas de ver cómo os está quedando.
Un abrazo muy, muy fuerte.

(Y ya sabéis que podéis contar conmigo)

Xóchitl del Carmen dijo...

La simplicidad de las cosas. De eso mas o menos trata la entrada que escribi ayer.
Mi forma de escribir es simple.... simpli y mas simple.
Saludos.

Fidias dijo...

Me ha alegrado mucho encontrar este buen blog.. he decidido seguirte. Si te apetece puedes pasarte por el mio y dejarte seducir por la memoria del tiempo.
Un beso